• 18 JUL 18

    Cómo afecta el agua de la piscina a nuestra boca

    La descompensación con el pH de la saliva provoca la aparición de sarro, que da lugar a manchas en los dientes o erosión del esmalte

    A estas alturas de verano, la temporada de piscina está en su máximo esplendor. Pasar las horas en remojo es una de las medidas más utilizadas para combatir las altas temperaturas propias de esta estación del año. Pero además de arrugarnos los dedos de pies y manos, enrojecernos los ojos o resecarnos el pelo, el agua de las piscinas afecta a nuestra boca. 


    El cloro ayuda a evitar la aparición de bacterias y microorganismos en el agua de las piscinas. También a mantener su pH. Y es aquí donde surge el problema, ya que este pH se sitúa entre 7,2 y 7,6; mientras que el pH de nuestra saliva está normalmente entre 6,5 y 7. Ello provoca que las proteínas de la saliva se descompongan con rapidez y formen depósitos en los dientes. A su vez, las bacterias presentes en nuestra boca se adhieren fácilmente a estos depósitos y provocan la aparición de sarro que da lugar a manchas amarillentas o marrones en los dientes, principalmente en los frontales. 


    A esto se le conoce como “sarro del nadador”, un nombre que llama a la calma a aquellas personas que no practican la natación de manera habitual ya que, a menos que pases más de seis horas semanales en la piscina, bastará con que te cepilles los dientes con un dentífrico fluorado tras el baño. Pero si la natación es tu deporte de referencia, te interesará saber que ese sarro, además de ser antiestético, puede provocar caries, enfermedades de las encías o halitosis. 


    Además, la exposición prolongada a los productos químicos del agua de la piscina tiene efectos corrosivos sobre el esmalte dental, especialmente cuando los niveles de cloro y pH no están equilibrados y los niveles de este último descienden por debajo de 6. Esta acidez es la causante de la erosión de los dientes. 


    Para evitar estos problemas potenciales, además de cepillarse con una pasta de dientes fluorada después de cada entrenamiento, los nadadores deben visitar cada seis meses a su dentista para hacerse una fluorización, que consiste en una limpieza dental y una posterior administración de flúor. Con ello se consigue mitigar la erosión. Otra medida que toman muchos nadadores profesionales es el uso de un protector bucal en entrenamientos y competiciones.  


    El agua salada, la alternativa 

    ¿Corre nuestra boca los mismos riesgos en el mar o en una piscina de agua salada? Ambas opciones son mucho más recomendables. No obstante, no lo es lavar la boca con agua de la playa. Aunque los dentistas solemos recomendar el agua salada para la cicatrización de heridas, hay que tener en cuenta que el agua del mar puede estar contaminada con basura, si bien no acarrea consecuencias perjudiciales sobre la salud bucodental.